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LA ESTÉTICA DE LA FEALDAD Y LO GROTESCO, UNA MANIFESTACIÓN DEL ARTE

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A lo largo de la historia se han tenido varias nociones de lo que puede o no llegar a ser catalogado como una obra de arte, al tiempo que se ha entrado en una discusión que pone en entredicho si aquello a lo que denominamos de este modo, aparentemente se limita a ser un medio de expresión reforzado mediante un canal humano como recurso posibilitador del acercamiento a la contemplación de la belleza (ligada a la cualidad inaccesible e inmaterial) a través de los sentidos, o si por otra parte, el arte tiene la capacidad de extrapolarse de la adjetivación idílica de lo bello,  justo y sublime, que se supone apela a la realización plena del ser humano.

Se da paso de este modo a la propuesta de otra visión estética de la manifestación expresiva, una estética de lo grotesco donde la fealdad presupone protagonismo aún cuando se caracterice por tener elementos que algunos consideran turbios y alejados del grado de elevación espiritual que la belleza trae consigo como prerrequisito y parte de su esencia artística.

El arte de lo grotesco es conocido popularmente como algo extravagante, de mal gusto, monstruoso y para algunos, vulgar. Es apreciado como una forma artística inferior en conformidad con el mainstream, es decir, el canon occidental del movimiento en que predomina la simetría y regularidad de formas; es una especie de tendencia que se ha aceptado mayoritariamente desde la ‘industria’ artística con la potestad de determinar qué obras son realmente significativas dependiendo de los diferentes contextos.

La estética de lo grotesco, es entonces un estilo de patrones contraculturales, vigente y aceptado en el arte moderno, pero que lejos de considerarse una técnica válida actual, está presente desde el siglo XV.

Se distingue como una propuesta caricaturesca, divertida y heterogénea que tiene multiplicidad de incrustaciones de elementos que ‘rayan’ fuera de lo convencional, como representaciones de hibridaciones entre animales, humanos, elementos vegetales y fantásticos que giran en contraposición de resaltar el ideal de perfección de la estética convencional. De una u otra manera los patrones contraculturales se denotan al querer mostrar la percepción de la realidad que viven los hombres sin sesgar, enaltecer ni censurar elementos menos óptimos para el movimiento bello, como la representación de la debilidad y fragilidad humana expuestos también en este tipo de arte (estética de lo feo).

Es tal vez éste el punto de quiebre que señala Sodré Cabral (2016) en su artículo: Medios, el espectáculo y lo grotesco al afirmar que: “Lo grotesco  corre el riesgo de convertirse, entonces, en una radiografía inquietante, sorprendente, a veces risueña, de lo real. De ahí su frecuente deconstrucción carnavalesca de las obras creadas por el idealismo cultural, tanto por su apelación a lo libidinalmente bajo como por la exposición del malestar del cuerpo dentro del lenguaje”.

Por lo que si sólo se acude a lo que determina la estética convencional por medio de la belleza, se negaría que en realidad lo feo también hace parte de la construcción del hombre y su entorno.

Este tipo de estética fue subestimada porque se consideró como un estilo abordado para ser observado a lo lejos absteniéndose de analizarlo, esto, por sus componentes dispersos dentro de la obra, aparentemente sólo con fines decorativos y de servir como relleno de un espacio vacío. Sin embargo, tal técnica conserva una buena distribución proxémica de los elementos  de modo que no desecha la armonía visual, que es por lo que teóricamente se menosprecia.

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